viernes, 11 de octubre de 2019

Yo dentro




 

Yo dentro.

En mi burbuja cálida y envolvente estoy tranquila, presintiendo sensaciones que aún no sé definir. Está oscuro, oigo los fluidos alrededor y me siento parte de algo importante. Aún no soy del todo pero ya sé que existo.

Una voz me arrulla desde hace tiempo, me transmite su deseo de mi existencia, es una voz sin palabras, dulce, tierna, risueña y amable que hace que me sienta querida.

Unas manos pequeñas acarician la suave y blanca curva de piel que nos separa, me busca, me tantea, quiere sentir mis movimiento y cuando me quedo quieta por algún tiempo noto su urgencia a través de una pequeña aprensión que traspasa mi piel y entonces me revuelvo para que sepa que estoy aquí.

Siento una sensación placentera, tengo todo lo que necesito pero mi curiosidad por saber quien me acuna, me balancea y me canta va creciendo conmigo, aunque intuyo su hermosura y su fortaleza.

No sé cómo llamarla pero ella cuando me habla me dice “mi alma” y  creo que le hace ilusión verme con lacitos, diademas y vestidos de pitiminí aunque  también me ve con patucos azules y peleles de croché. Sé que está impaciente por conocerme.

Por las noches cuando tengo un enorme deseo de abrir los brazos y estirar las piernas, sé que sonríe ante mi impaciencia y me transmite la suya diciéndome que ya queda menos, que está deseando abrazarme y que no tenga prisa. Ya me imagina traviesa, curiosa e impaciente.

También palpo su miedo porque es la primera vez y teme complicaciones. Noto su preocupación, pero me dice repetidas veces que me quiere sin condiciones, que no tema nada y me canta para ahuyentar sus temores.

Me duermo con su voz alegre y sueño con su sueño amable, esperanzador y lleno de ilusión.

Ya no quepo aquí, quiero salir pero no puedo, todo cambia en unos segundos. Mi burbuja se ha roto y estoy desconcertada aunque sabía que este momento llegaría.

Mi madre (yo vs ella).

Siento un cosquilleo de burbujas que me sube desde el estómago a la cabeza. Es constante desde que sé que estás en mí y que vienes a llenarme de alegría.

Sabes cuanto deseo que estés bien y que no tengas miedo a nada, por eso te canto, te acaricio a través de mi vientre y te digo cuanto te quiero, para que estés tranquila mientras decides salir al mundo.

En ocasiones me asalta un miedo que oprime mi garganta y se me llena el corazón de nubes grises, porque lo que más deseo es que vengas bien, que tengas buena salud y que puedas afrontar la vida con toda la fortaleza que yo pueda darte. No temas porque te quiero con todos tus defectos y te protegeré contra viento y marea.  

Aunque soy pequeña tengo fuerza para llevarte de la mano un largo trecho, para luchar por las dos para que tu niñez no sea la mía, para que no te roce ni el viento.

Desde el momento en que supe que existías te convertiste en mi prioridad, mi bien, mi alma y mi primavera.

Me pregunto cuál será el color de tus ojos, si azules como los míos o marrones como los de tu padre, y por el color de tu pelo y de tu piel. Si serás niña o niño, si serás una personita tranquila o traviesa, si enfermarás a menudo, si comerás bien,  si… Ya me veo corriendo detrás de ti en cuanto des tus primeros pasos y con el corazón en un puño en cuanto roces el suelo.

Todo está preparado para tu llegada. Los nervios se apoderan de mí a la primera contracción. Ya vienes y solo has estado ocho meses en mi vientre. Tengo miedo.

Ha llegado el momento de conocernos. Te lo has pensado durante varias horas antes de decidirte y mira que yo te animaba y te decía que no tuvieras miedo que yo estaba aquí esperándote, pero ni por esas.

Cuando por fin te tengo en mis brazos, muy sigilosamente bajo la sábana, sin que nadie lo note, voy recorriendo tu pequeño cuerpo con mis manos, cuento tus minúsculos dedos, reviso tus orejas, tu cabeza… ¡menos mal, estás completa!

Te tengo abrazada, siento mariposas revoloteando en mi cabeza, rezumo amor y mimos más allá de mi cuerpo, todo para ti, mis lágrimas se confunden con mi risa, este momento se llama felicidad;   ¡Bienvenida al mundo, mi niña!.

Las dos

– ¿Qué está pasando? ¿Tengo que salir de aquí por ese estrecho camino? Imposible, no quepo. – Pienso mientras me quedo sin líquido y casi sin aliento.

– Que sí cabes, yo te ayudo a salir, pero no te resistas más, estoy esperándote. ¡Vamos, sin miedo! – Me suplica mi madre después de cuatro o cinco horas de dolorosas contracciones.

Siento que tiran de mí y ya no me resisto. De repente veo luz, figuras, colores y lloro. Tengo frío y miedo; todo es muy extraño.

–Eres tú, lo sé. Estoy tranquila y me siento bien, –le expreso cuando me ponen en tus brazos y tu olor me calma. Protégeme, acurrúcame, amamántame.

Ella me aprieta contra su pecho y me envuelve la sensación cálida de mi anterior morada.

Me tranquiliza con su arrullo, me olfatea como gata, perra o tigresa, me siento como un cachorrito y evoco lo ancestral del universo.

–¡Cuánto tiempo esperando para ver tu cara y tenerte en mis brazos – me dice mientras me besa la cabeza y sigue hablándome – soy la más afortunada del mundo porque estás aquí y sé que el Universo me ha premiado con lo mejor que tenía.–

– Has iluminado mi vida y me inunda una inmensa alegría. Cuando te miro todos los poros de mi piel y mis entrañas se disponen a entregarte  lo mejor de mí –

La miro, y aunque aún la veo borrosa le doy las gracias por darme la oportunidad de vivir.

 –Ya sé de tu amor, lo sentí desde que empezaron a formarse mis primeras células, por eso no tengo miedo. Sé que puedo cometer errores, equivocarme y traspasar límites porque tu amor es incondicional. Pero ya tengo dudas sobre si yo llegaré a quererte en la misma medida.

–Eso no importa.  Ahora lo importante es el camino que recorreremos juntas, hasta que te sueltes de mi mano, que será el mismo que tú recorrerás con tu hija, y ella también lo recorrerá con tu nieta. Seguiremos unidas por ese cordón que ahora tienes visible pero aunque no lo veas lo sentirás siempre.

–Mamá,   ¿cómo es la vida? – pregunto

–Maravillosa. No tengas miedo a disfrutarla – contesta acurrucándome.

Y me canta

“A la nana nanita, nanita nana, duérmete lucerito de la mañana…”

 Araceli Míguez, 2012


No hay comentarios: