–Son las veinte horas. Les
contamos las noticias más relevantes del día…. Se oye en la emisora que Aurora escucha
cada tarde mientras trabaja en su taller de cerámica, embutida en su bata
blanca con miles de manchas de colores que se asemeja a un cuadro abstracto. Esta tarde no se decide entre las distintas arcillas.
Al escuchar una habitual noticia, que quedará como un número más para
las estadísticas, sus ideas se difuminan por el espacio y siente de nuevo esa
punzada en su pecho.
Sus manos empiezan a modelar una figura femenina de generosas formas que
se pliega en posición fetal, con un mechón de pelo ocultando su cara, que se
asemeja a un gato acurrucado.
Con la yema de los dedos, suavemente alisa la superficie, deteniéndose
como si la acariciara en la espalda encorvada, en los muslos apretados contra
el pecho y en el hombro que queda a la vista, mientras siente que su mirada se
nubla y sus mejillas sienten el tibio líquido que las recorren.
– ¿Cuántas figuras parecidas he modelado desde entonces? Se pregunta
mientras los recuerdos le hacen sentir un escalofrío en su espalda y en su piel
la fría piedra sobre la que yace su figura.
–¡No volveré a modelar esta figura! ¡Lo juro!
Y estrujando el barro entre sus manos, siente que en la nueva masa se
van diluyendo curvas, piel, cabellos...y el dolor se va convirtiendo en rabia.
Ahora tiene de nuevo ante sí un trozo de barro amorfo y cálido por el
enérgico amasamiento y de muy sugerente textura que le trasmite su deseo, como
si se lo soplara al oído.
Aurora comienza de nuevo a modelar una figura femenina; esta vez está en
vertical, el cuerpo desnudo se apoya en unas fuertes piernas, una más adelantada que la otra, que le dan el
equilibro que necesita para sostenerse, rematadas por pies firmes y descalzos.
La espalda erguida, los cabellos rebeldes caen por su espalda, la cara
despejada inclinada hacia arriba, los brazos en cruz por encima de su cabeza y
unas manos abiertas que saludan al
mundo.
Mira con detenimiento su nueva creación, acerca la lámpara para rematar
algún detalle, le da vueltas en la piedra donde la ha estado modelando, pero...
–Pasan treinta minutos de las dos
de la madrugada, estás escuchando Hablar por hablar…se oye en la radio
mientras Aurora toma conciencia de la hora y del tiempo que lleva en el taller
y se va a dormir.
Después de una ducha caliente y un vaso de leche se mete en la cama,
apaga la luz y exclamando
¡Mierda!, salta y se dirige al taller descalza y apresurada, quita con cuidado la tela
húmeda que ha dejado sobre la figura y tomando un utensilio de la mesa que
mancha de barro su pijama blanco, traza unas cicatrices, apenas perceptibles en
el cuerpo y una sonrisa en el rostro.
La mira con aprobación y se dice para sí misma
–Ahora sí.
Y traza su firma.
Araceli Míguez, 2014
Premio Concurso
Relato Corto de Gerena 2014.
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