–Buenos días señora Arcos, soy
Malena Gómez, la responsable de Recursos Humanos de esta empresa. Quiero
informarle que el puesto que se ofrece requiere una cualificación muy
específica aparte de responsabilidad, experiencia y resolución– dijo la entrevistadora entrando
en el despacho, a modo de frío saludo .
Malena se sentó con la espada muy
recta en un sillón estratégicamente colocado unos centímetros más alto que el de su
entrevistada, la barbilla levantada hacia arriba y la mirada clavada en la mujer
que tenía en frente.
– Lo sé. Por eso estoy aquí – respondió
Laura con una voz firme que denotaba seguridad y soltura.
– He revisado su curriculum y su cualificación no es la que requiere
el puesto. Es cierto que tiene experiencia en otros campos, pero en concreto,
en este sector no ha trabajado nunca. Y siento decirle que su edad no se ajusta a la requerida, ya que, como bien
sabe, en los requisitos se especifica “entre
25 y 35 años” con el objetivo de ofrecer
una imagen joven y atractiva a nuestros clientes.
– Perdone Sra. Arcos, pero no la
veo capacitada para asumir la responsabilidad que conlleva ser la primera
imagen que verán nuestros clientes al entrar en nuestras instalaciones.
– ¿Se refiere a que me ve incapaz de indicar donde están los despachos
o los baños, o de atender una llamada de teléfono después de llevar trabajado
en oficinas más de quince años?
Porque estamos hablando del puesto de recepcionista, ¿verdad?, a ver si
estoy confundida y me está usted entrevistando para un puesto de ingeniera de
finanzas – dijo Laura con una sonrisa fingida.
Malena con los hombros relajados, mirando a Laura con media sonrisa en la
comisura de los labios y extendiendo su mano para estrechar la de ella, exclama:
– Laura, el puesto es suyo.
Araceli
Míguez, 2014
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