viernes, 11 de octubre de 2019

La entrevista







–Buenos días señora Arcos, soy Malena Gómez, la responsable de Recursos Humanos de esta empresa. Quiero informarle que el puesto que se ofrece requiere una cualificación muy específica aparte de responsabilidad, experiencia y resolución– dijo la entrevistadora entrando en el despacho, a modo de frío saludo .

Malena se sentó con la espada muy recta en un sillón estratégicamente colocado unos centímetros más alto que el de su entrevistada, la barbilla levantada hacia arriba y la mirada clavada en la mujer que tenía en frente.

– Lo sé. Por eso estoy aquí – respondió Laura con una voz firme que denotaba seguridad y soltura.

– He revisado su curriculum y su cualificación no es la que requiere el puesto. Es cierto que tiene experiencia en otros campos, pero en concreto, en este sector no ha trabajado nunca. Y siento decirle que su edad no se ajusta a la requerida, ya que, como bien sabe, en los requisitos se especifica  “entre 25 y 35 años”  con el objetivo de ofrecer una imagen joven y atractiva a nuestros clientes.

 – Es cierto,  ya paso de los cuarenta y le aseguro que me siento joven, activa, atractiva, capaz de trabajar duro y de resolver los problemas que puedan surgir de manera inesperada.

– Perdone Sra. Arcos, pero no la veo capacitada para asumir la responsabilidad que conlleva ser la primera imagen que verán nuestros clientes al entrar en nuestras instalaciones.

– ¿Se refiere a que me ve incapaz de indicar donde están los despachos o los baños, o de atender una llamada de teléfono después de llevar trabajado en oficinas más de quince años?
Porque estamos hablando del puesto de recepcionista, ¿verdad?, a ver si estoy confundida y me está usted entrevistando para un puesto de ingeniera de finanzas – dijo Laura con una sonrisa fingida.

 – Sí, es para recepcionista, por eso le insisto en la necesidad de que el puesto requiere a alguien que ofrezca la mejor imagen de nuestra entidad.

 – Querida Malena, es una pena que usted le haga el juego a sus jefes-hombres-machos, seleccionando con sus criterios y en base a una imagen diseñada para sus fines, a una joven guapa e inexperta a la que prometan  ascensos si son simpáticas, agradables y sumisas con ellos, en vez de valorar el bagaje, la soltura, el saber hacer y la mano izquierda de alguien con experiencia, tanto en trabajo, como en el trato con las personas – dijo Laura levantándose de la mesa mientras seguía hablando encaminándose hacia la puerta

 – La buena imagen la dará la empresa, no por fachada de la recepcionista, sino por su seriedad, el trato personalizado que reciba cada cliente, la relación que se establezca con cada uno de ellos, la confianza que ofrezca la persona que los atienda...  Eso es lo que yo le ofrezco. Y si me permite, Malena, ¿puedo preguntarle su edad?

Malena con los hombros relajados, mirando a Laura con media sonrisa en la comisura de los labios y extendiendo su mano para estrechar la de ella, exclama:

– Laura, el puesto es suyo.

Araceli Míguez, 2014

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