viernes, 4 de octubre de 2019

Confidencias




Vienen de la mano por un camino sombreado por sauces y eucaliptos, que a ambos lados de la ancha senda les brinda un arco de incontables tonos de verdes donde cobijar sus confidencias. 

El sol está alto y se deja notar en esta cálida mañana de otoño. Un lazo férreo se adivina entre ellas, emanan dulzura en esa visible placidez de saberse a salvo de la soledad y en la forma de transmitirse una a la otra que se tienen. La pequeña alegra el generoso y delicado corazón de la mayor y ésta se sabe sostén y defensa de su pequeño tesoro.

Serenas y ajenas a la observación, con polvo sobre sus zapatos caminan de la mano en un tranquilo y armonioso paseo en el que cada una va mirando su propio camino; una no es consciente de lo que le queda por recorrer, por eso se deja llevar tranquila y sosegada por esa mano que le da la confianza de que el mundo es suyo, y nada más que suyo. 

La otra sintiendo que su cuerpo le avisa que tiene que aprovechar estos momentos, que su camino es cada vez más corto y por tanto ahora su intención es dejar una hermosa huella tejida de palabras amorosas, cuentos, canciones y pequeñas historias compartidas con su pequeña princesa, dejando su legado, le cuenta cómo fue de pequeña, cuáles fueron sus sueños, sus temores y quién es ahora. 

Un momento de transmisión del testigo de la vida, como un reloj de arena que va trasvasando su contenido siempre desde arriba, pero que, como el más necesario de los feeb-back, ha de volcarse para que tenga sentido su existencia.

Así van ellas, mi madre contando alguna historia, mi hija escuchando distraída a su abuela. Sus manos juntas, como el lado más estrecho de los dos conos del reloj de cristal, por donde confluyen sus vidas.Una mano se aferra para no irse, para servir de guía, la otra se agarra feliz, confiada, tranquila, dejándose llevar.

Ítaca puede seguir esperando, es este camino de confidencias y sosiego donde confluye un tiempo compartido y precioso que ya pasó. Seguimos transitando, ahora sin ella, el eslabón más antiguo que ha propiciado estas dos vidas que se quedan compartiendo su ausencia. 

Araceli Míguez, 2014

2 comentarios:

MMartin dijo...

Que dulce. Parece tan irreal en este mundo de locura. Y tan real en nuestros recuerdos. Esos momentos de placidez, de contacto con aquellos que nos precedieron y no están, con aquellos que dirán lo mismo de nosotros.
Hija, madre, ...abuela cuando toque.
El camino está marcado, sombreado de sauces y eucaliptos.
Ítaca puede seguir esperando.

María José Collado dijo...

Los caminos finalizan pero quedan sus recuerdos nítidos, luminosos. Un abrazo.