Fiona
mira distraída los miles de objetos que ofrecen los atiborrados puestos del
zoco. No tiene prisa, ha quedado con Aziz para cenar y aún le quedan unas
horas para curiosear entre el bullicio.
El
olor de la piel de cordero usada en los cientos de bolsos, cinturones,
carteras, babuchas... impregna todo el espacio y siente que se queda pegado en
su ropa y en su piel.
Mientras
sostiene entre sus manos una suave y fresca gandora comprobando la calidad de
la tela, ve por el rabillo del ojo un movimiento extraño. Alguien que le
resulta familiar ha pasado muy rápido por su lado perdiéndose al doblar una
esquina.
Cree
que ha reconocido al chico que trabaja en el hotel donde se alojó hace unos
meses y que de vez le lleva algunos recados. En unos segundos Omar vuelve a
aparecer y le pide que le siga. Ya le ha dicho cada vez que el muchacho se ha
ofrecido que no quiere guía para hacer compras, pero se ve que Omar no se da por
enterado.
–Señora,
Omar acompaña a usted a ver un señor que quiere hablar.
–Omar, no me puedo
entretener, tengo que ir al hotel a arreglarme para la cena.
–Importante,
señora. Si Labbi es muy alto jefe en la policía.
Fiona,
extrañada de que la policía quisiera hablar con ella, sigue a Omar por el
laberinto de callejuelas tetuaníes hasta llegar a una casa con paredes azules y
un gran portalón abierto donde alrededor de un gran patio se ven distintos
negocios.
Entran
en un pequeño habitáculo y el chico se despide diciendo que después irá a
recogerla. El local es una pequeña agencia de viajes decorado con
tantas fotos de playas y monumentos que no deja un hueco libre en la
pared. Una chica asoma la cabeza detrás del ordenador, la saluda y
le indica una puerta trasera que da a un patinillo con escaleras encaladas.
La espera un hombre
corpulento con bigote, vestido con chilaba de color claro que le tiende la mano
para ayudarla a subir.
–Buenas
tardes señora Thomson. Siéntese por favor.– Dice el hombre indicándole un
diván tapizado de vivos colores y comienza a preparar el té vertiendo de la
tetera al vaso y del vaso a la tetera de forma reiterada y parsimoniosa. El
aroma intenso de la menta ocupa ahora el pequeño despacho donde se encuentran.
–No
voy a andarme con rodeos, pues los dos tenemos muchas ocupaciones.
Quería avisarla que usted y su marido Aziz Daoudi, están siendo investigados
por la Interpol por tráfico de cocaína y homicidio.
–¡No
es posible!– dijo Fiona, poniéndose en pie y mirando ofuscada a su alrededor.
–¡Inshallah
tenga usted razón y no fuera cierto!. Me
temo que voy a tener que detenerla y entregarla a las autoridades.
–Pero
si yo no he hecho nada y mi marido es comerciante. Se está confundiendo,
señor.–
Labbi saca unas fotos de un
sobre que tiene en sus manos y se las muestra a Fiona. En ellas se ve a
Aziz saliendo de un banco suizo, en otra entregando una cartera a un
hombre que ella no conoce, la siguiente lo muestra hablando desde una cabina
telefónica y así hasta una veintena de imágenes…
–El
que aparece en las fotos con su marido es el mayor capo de la droga del Rif. ¿Y
qué me dice del maletín que lleva al salir del banco?. ¿Y por qué llama desde una cabina?. ¿Es que no
tiene móvil?
A
Fiona se le viene el mundo encima. Hace casi un año que se casó con Aziz. Él
tiene casi veinte años menos que ella, pero desde que se conocieron han estado
enamorados. Él le juró que nunca había conocido el amor hasta que la encontró
en el Hotel Gran Riad donde frecuentaba el bar de la disco y que en
cuanto la vio supo que era la mujer de su vida. Esa primera noche no dejó de
decirle a Fiona que la amaba y no se separó de ella durante el mes de
vacaciones que estuvo alojada en el hotel.
Se
casaron al mes siguiente de conocerse en el consulado americano de Tetuán
y poco después los dos se fueron a Los Ángeles donde vivieron unos meses en el
soleado y céntrico ático de Fiona. Poco después ella vendió un apartamento que
había heredado de su madre por el que le pagaron una buena cantidad y le
propuso a Aziz que volvieran a Tetuán para vivir en la ciudad que la había
enamorado y en la que se sentía como una reina.
Ese dinero le permitía vivir en una casa junto a la playa de Martil con criada y jardinero. Le encantaba comer en los restaurantes de la zona que ofrecían una variada carta de pescado por pocos dirhams y vivir instalada en el 'dolce far niente' junto a su amor. Aziz muchas de las noches la despierta a su llegada y le hace el amor. La sigue conquistando con sus dulces palabras aunque cada vez lo ve menos por mor de tener que atender su negocio, una tienda para turistas en la medina en la que Fiona había invertido parte de su dinero.
Ha notado que cada vez con mayor frecuencia Aziz viaja a Fez para comprar mercancía y se ausenta por unos días alegando que en Marruecos los negocios requieren su tiempo para el regateo y cerrar tratos.
Labbi,
le dice que si le paga bien, él mismo tramita la anulación del matrimonio de
forma inmediata para que no la relacionen con un delincuente y le consigue un
vuelo para Los Ángeles. Así no tendría que cargar con los delitos de su marido
que según le informa, ya se encuentra detenido.
Fiona,
sorprendida y aterrorizada acepta la oferta, acuerdan los detalles económicos.
Al cabo de un par de horas ella regresa y le entrega un sobre con dinero y el
policía pone sobre la mesa una cartera con el billete de avión, quedando que al
día siguiente un coche la recogerá en su casa al amanecer para llevarla al
aeropuerto. Fiona se despide con un gesto serio y al darle la espalda sus ojos
se llenan lágrimas y su corazón de rabia.
Al
día siguiente por la tarde, Labbi y Aziz se encuentran en la terraza de un
café. Toman té y parecen charlar amigablemente. Labbi entrega un sobre a
Aziz, mientras vuelven a llenarse los vasos y demuestran su alegría a mandíbula
batiente.
De
repente Aziz cae desplomado con una herida en la frente y Labbi recibe una
bala en el cuello.
Los
dos yacen muertos en el suelo entre los gritos de los presentes. Un
muchacho se acerca de prisa, recoge el sobre que ha quedado sobre la mesa
y sale corriendo.
Calle
abajo, una mujer camina junto a un chico que arrastra una maleta. Pocos saben
que Fiona Smith en su juventud, fue medalla de oro de tiro olímpico.
Su
primer marido Eric Thomsom, con fama de jugador y mujeriego, murió por
accidente de un disparo en la garganta mientras limpiaba su arma.
¡Oficialmente,
claro!
Araceli Míguez, 2015
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