martes, 8 de octubre de 2019

Aventura en la Gruta de Naga





Bestiario

La tribu de los Frinkos  vive en unas grandes y escondidas cuevas de una profundidad tal que tienen su propio sistema solar: una minúscula constelación formada por  un sol al que llaman Naga, dos planetas, Cado e Hiro  y dos lunas, Jise y Nila. Se desplazan por la oquedad muy lentamente de norte a sur.

Los Frinkos se comunican en un lenguaje donde las consonantes labiales, en distintos tonos e intensidad constituyen la mayor parte de sus sonidos, y a través de su mirada que cambia de color según el estado anímico.

Existen cuatro sexos en la tribu y la reproducción entre ellos puede darse según el sexo y las características de los distintos grupos étnicos que la constituyen.

Los Draws son los más altos, tienen unos cuerpos azulados, esbeltos y elegantes, el cuello extensible unos 30 centímetros más o menos. Van vestidos con túnicas de tejidos claros y sedosos.

Una larga cabellera les cubre la cabeza y la espalda. La llevan recogida de diversas formas y estilos, algunos con cuerdas de colores, otros con telas o con el propio pelo. Las hembras tienen el pelo en tonos rojizos,  los másculas en tonos grisáceos y los vomas tirando a verde. Se desplazan con una gracia especial, como si danzaran. Unas orejas puntiagudas y diminutas asoman entre sus largas cabelleras. Los dos ojos ocupan casi la mitad de su rostro, tienen una nariz parecida a la de un felino y una diminuta boca.

Para reproducirse, la hembra saca de su cuerpo un huevo y cuando cree que hay otro draw de cualquiera de los tres sexos, que puede aportar una buena cualidad a su vástago, lo invita para acariciarlo y arrullarlo juntos durante tres noches. El huevo de color azul turquesa, es así fecundado y la hembra lo guarda en una bolsa, al estilo de los marsupiales que lleva en su espalda durante tres meses. El pequeño draw nace en la bolsa, abrigado por la cabellera de su madre que también le sirve de alimento.

Los Lumas son más bajos, de color anaranjado, tienen un ojo delante y otro detrás en una cabeza alargada, cubierta de pelo corto y rizado. Tienen siete dedos en la mano derecha y tres en la izquierda, se mueven de forma rápida y vigorosa, son muy juguetones y traviesos y relucen en la oscuridad. Se reproducen por clonación.

Los Colfus son seres mágicos, tienen el cuerpo de cintura para abajo de guepardo, las extremidades superiores humanas y unas alas vigorosas. Su cabeza  coronada por un pelaje felino y ojos azules grandes e intensos.

Susus, seres voladores pequeños de formas estrelladas o esféricas de pelo muy suave,  que se posan en los hombros y en los lomos de los demás seres y tienen poder relajante, causan buen humor con su roce, por lo que están muy solicitados y son bienvenidos en cualquier lugar.

Todos estos grupos étnicos viven en estas inexploradas cuevas con una fauna diversa compuesta por animales como lagariposas, pezperros, gallimadrejas, vacatruces, ragatos y otras raras especies.

Cuento

Marta y Alex habían llegado desde lejos a realizar una excavación arqueológica por la zona y cuando empezaron a cavar en el terreno señalado, se sintieron embriagados por unos aromas que emanaban de la tierra. Siguieron excavando hasta descubrir un hueco del que salía una potente luz y sin dudarlo se deslizaron a través de una cuerda.

No podían creer lo que aparecía ante sus ojos y se miraron boquiabiertos mientras descendían a la orilla de un precioso estanque rodeado árboles y de seres  nunca vistos.

Empezaba la época de la floración y la gruta llena de lagos, flores y prados se tornaba en un bello y perfumado paisaje incitando a todos los habitantes a entrar en un estado de apasionamiento por todo cuanto hacían: cocinar exquisitos manjares para compartir en las distintas celebraciones, fabricar elegantes vestimentas y ornamentar las estancias con piedras y cristales.

Los draws se acercaron a ellos y los rodearon, miraban atentamente sus ojos y emitían suaves sonidos. Mey, la más sabia de su etnia, tomó su blanca cabellera y la acercó hacia los recién llegados, que desconcertados no sabían qué hacer. Marta se quitó el pañuelo que llevaba al cuello y con mucha suavidad lo anudó al cabello que Mey le ofrecía haciendo un lazo para rematar el adorno.

Alex cogió su móvil, eligió una música alegre y festiva, lo colocó en el suelo y comenzó a balancearse de un lado a otro de la mano de Marta y dieron unas vueltas al son de la música. Los demás intentaron imitar los movimientos aunque eran mucho más ágiles y al elevarse del suelo su movilidad era mucho mayor. Mey tomando de la mano a Marta le ofreció unos cuencos con lo que parecían hojas y flores y tomando una flor la metió en su boca invitando a los humanos a hacer lo mismo.

Un luma también se acercó a ellos poniendo flores en sus hombros y saltando de un lado a otro con su característica elasticidad.

Alex cogió una flor azul y al comerla sintió en su boca un sabor que le recordaba al de las nueces con miel y exclamó ¡Que rico!

Los demás inmediatamente dijeron lo mismo, en el mismo tono sonriendo al imitar la voz y los gestos de Alex.

Los colfus también estaban muy activos; volaban con sus brillantes alas portando cestas y vasijas de un lado hacia otro.

Mey escrutó los ojos de Alex y enseguida supo cómo comunicarse con él, hizo unos sonidos y para asombro de Marta, supo lo que estaba diciendo aunque los sonidos eran del todo extraños para ella. “Seguidme, vamos a ver al resto de mi familia”.

Los llevaron por un sendero hasta llegar a una explanada donde los demás habitantes de las diferentes etnias elaboraban unos coloristas platos con flores y hojas, adornaban las mesas de piedra con trozos de cristales de colores y después del momento de sorpresa por los humanos, todos se sentaron y se comunicaban entre ellos, mientras los susus se posaban en los hombros de los congregados.

Mey mostró mucha curiosidad por el mundo de donde provenía la pareja y parecía que todo lo que contaban ya lo sabía, pues no mostraba sorpresa alguna. Toyu, de la etnia Luma se mostraba temeroso y comentó que si los extranjeros se quedaban era posible que contaminaran la gruta y causaran grietas y fisuras que podrían dejarla al descubierto. Decía que si los descubrían otros seres podrían llegar allí con intenciones invasoras, como ya había pasado en la gruta anterior de la que habían huido y que al ser descubierta la invadieron con focos, turistas y artefactos extraños, acabando con sus habitantes. La habían abandonado porque ya no podían vivir tranquilos siempre escondiéndose del tropel de humanos husmeando su gruta.

Alex y Marta habían pensado lo mismo; ese sitio tan maravilloso de criaturas tan extrañas tendría que mostrarse al mundo y ellos serían famosos,  se les recordaría  por ese maravilloso descubrimiento que había estado oculto durante milenios. Ya veían sus nombres en las revistas del momento y sus caras en todas las noticias del mundo.

Alex piensa mientras degusta las delicias ofrecidas en las expediciones de científicos que vendrán a investigar a estos seres y la fuente de riqueza que supondrá organizar viajes, escribir artículos, conceder entrevistas… Todo acceso a la gruta pasará por sus manos…

Durante varios días Alex y Marta recorrieron la gruta disfrutando de su flora y su fauna, se comunicaban sin problemas con todas las etnias, asistieron al nacimiento de algunos bebés, jugaron, comieron y bebieron y empezaron a pensar que tendrían que regresar pues sus familias y amigos estarían preocupados por ellos.

Llegó el día de la despedida; los draws pasaron sus largas cabelleras por las manos de la pareja, los lumas los rozaron en la barbilla, iluminándolos de azul y los colfus batieron sus alas y ofrecieron un flor a cada uno. El ambiente era relajado y alegre y la euforia por el descubrimiento de aquel lugar embargaba a Alex y hacía soñar a Marta con la fama. Cuando empezaron a trepar los susus los acompañaron sobre sus hombros durante el recorrido vertical.

Trepando por la cuerda miraron hacia arriba, no se veía ningún hueco hasta que unas largariposas cavaron en el techo y apareció una pequeña abertura por la que salieron de nuevo al terreno acotado donde se disponían a excavar.

Una vez fuera, Alex pregunta 
–¿He dormido mucho tiempo?  ¡Me siento genial!
–Creo que si no me despiertas aún seguiría durmiendo– contesta Marta mirando su reloj –Media hora más o menos, creo que veníamos muy cansados del viaje.

–Pues parece que he dormido tres días. Por cierto aquí no ha habido suerte, mira todos los hoyos que hemos hecho y no hemos encontrado nada de lo que venimos a buscar. Recogemos y bajamos unos cincuenta kilómetros al sur, por los apuntes que he recogido, creo que allí descubriremos algo grande.

Siglos atrás los seres de la gruta habían realizado un hechizo por el que los que llegaban hasta allí, una vez que hubieran sido bien acogidos en la Gruta de Naga, si albergaban deseos de enriquecimiento y avaricia, nunca podrían revelar el secreto porque al salir a la superficie porque se borraría ese recuerdo de su cerebro.

Alex y Marta suben al potente 'todoterreno' y emprenden el camino hacia otro lugar, soñando en realizar un gran descubrimiento que los encumbre, dejando tras de sí una gran polvareda.

 Araceli Míguez, 2014


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