viernes, 4 de octubre de 2019

Cambio de rumbo








Carmen camina a paso ligero, le ha llevado aparcar más de media hora y ahora  taconea por el adoquinado del pueblo vestida con una ajustadísima falda que marca sus celulíticas caderas. Las perlitas de sudor se agolpan en su frente  mientras mira su reloj resoplando,  ¡Que no llego¡,  se dice apretando el paso.

Se lleva un disgusto cuando llega al salón de belleza y comprueba que la chica de la depilación se ha marchado.


A Carmen le encanta enfundarse en brillante licra, leggins o minifalda y tacones y aunque ya  pasa de los cuarenta se viste, se maquilla y se tiñe de rubia igual que cuando era adolescente.  Tiene su tiempo ocupado entre su trabajo de cajera en el supermercado y la docena de actividades lúdicas a las que está suscrita: clases de manejo de la espada samurái, de danza hindú, de interpretación de las constelaciones, de cocina japonesa, etc.


Ha calculado el tiempo al segundo y después de la depilación tiene previsto asistir al encuentro que celebraba su club Amigos de la Lujuria, donde siempre hay sorpresa asegurada, pero sus expectativas se oscurecen pensando en su tupida pelambrera.


De camino al club pasa a ver a Hao Li, su maestro samurái y le pide que la ayude  usando su afilada espada para depilarla, porque no tiene tiempo de nada, cosa que espanta al asiático y declina la propuesta con mucha elegancia y le dice se pasará más tarde por el club.


Del salón de su maestro elige un sombrero negro de seda del que sale un leve encaje rojo que deja caer sobre sus ojos,  pues la entrada al club requiere un disfraz o toque de excentricismo. Se dispone a pasar una tarde amena y didáctica aunque desecha la idea de pasar una noche de sexo y posterior madrugada de helado de chocolate, como es habitual después de esas sesiones.


–Tengo las piernas melenudas, puedo hacerme trenzas o rastas. Así no puedo pensar en que me salga un plan esta noche. 


Cuando llega al local encuentra a todos los asistentes acomodándose en el frondoso jardín,  allí se topa,  como es habitual, con los más variopintos personajes del extraño club. Una chica se pasea con unos tacones altísimos llevando un señor con el pelo blanco moteado de lunares negros al estilo dálmata, atado a una correa que a modo de collar lleva en el cuello. Dos chicas van vestidas como las muñecas de moda, las Monster high. Un supermán, aunque con algunos kilos de más, también está sentado junto a una menuda cat woman, y Betty Boop con minifalda, cofia y medias de mallas se pasea bandeja en mano moviendo su cintura y guiñando un ojo a toda persona a la que le ofrece un refrigerio.


La maestra de ceremonias que va ataviada con una capa negra y roja y un sombrero de bruja, anuncia que va a empezar la tertulia;  esa tarde dedicada a conocer la vida y obra de Patricia Higsmith.


Se comienza por comentar que una serie de sus obras está dedicada a Mr. Ripley y que trata de un asesino con síndrome de Asperger al que la prolífica y caótica autora americana describe con simpatía. Después se hace un recorrido por otros títulos de su bibliografía y cada asistente expone su opinión sobre los libros leídos.


Cuando se pasa a comentar su biografía se enumeran sus apasionadas relaciones lésbicas y quienes fueron sus amantes, que aunque la mayoría fueron mujeres hubo un poco de todo en ese espíritu libre y atormentado.


Mientras tiene lugar la tertulia, se proyectan sobre una pared blanca, fotos de la escritora de las que destaca con mucha fuerza una que le hizo su amante  Rolf Tietgens, en la que aparece desnuda de cintura para arriba con un aspecto de mujer salvaje.


La directora de la tertulia propone que cada asistente intente asumir mentalmente el rol de los personajes de los que se va hablando, tanto de la vida real de la escritora como de los literarios.


Poco a poco las personas allí presentes van transformándose en esos personajes y aparece el seductor Tom Ripley en el cuerpo de Supermán, Carol en el de Cat Woman,  y las chicas monsters se convierten en Bruno Anthony y Guy Haines, los dos protagonistas de Extraños en un tren.


Carmen, sentada en uno de los sillones está maravillada con la escritora y comienza a sentir que se transforma en ella, ahora se ve igual a la mujer de las fotografías que ha visualizado.


Al cabo de un rato ve entrar a su maestro samurái acompañado de una mujer casi salvaje, que parece salida de la prehistoria, cubierta por una piel de leopardo, el pelo en greñas y descalza;  Carmen-Patricia la mira con deseo, le apetece estar en compañía de esa selvática fémina.


–No está mal, se dice,  lanzando una mirada lasciva a las piernas peludas de la cavernícola –ya veo que tampoco se ha depilado –


Lo ha decidido: Esta noche cambiará el rumbo de su vida. Le atraen las mujeres, se siente plenamente segura.


Y acercándose con intenciones de seducir a la mujer de las cavernas va pensando que no tendrá que depilarse más, por lo menos mientras se sienta Patricia y no le den una nueva cita en el salón de belleza.


Araceli Míguez, 2014




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