lunes, 20 de abril de 2020

La presentación




Me dispongo a programar un ciclo de cine de humor para proyectar en la sala Giralda que tiene más de quinientas localidades y acceso libre hasta completar aforo, dado que una entidad financiera sufraga los gastos de derechos, logística, técnicos y un monto equivalente a un sueldo por cada ciclo programado.



En esta ocasión busco películas de humor; Encuentro una comedia disparatada dirigida por el humorista Wayoming  que trata de las mafias, ahora dueñas de los bancos, dirigiendo a los políticos, ordenándoles todo tipo de “trabajos sucios”, desde amañar juicios, expropiar terrenos y palacios para entregarlos a los capos, construir complejos exclusivos y lujosos para los rusos, italianos, españoles, usar el dinero público para audis, mercedes y jet  privados, poner y quitar a presidentes de clubes de fútbol, repúblicas bananeras y otros estamentos, usar a la policía para la seguridad privada de sus mansiones, limpiar las cuadras y cepillar a sus equinos, acordonar los puertos donde amarran sus yates, vigilar sus helipuertos y sus clubes de carretera, etc…


Toda la trama presentada con un humor corrosivo que no deja títere con cabeza.


Me pongo en contacto con su agente para invitar al director a la presentación de la película y al cabo de unos días recibo con grata sorpresa la confirmación del mediático presentador el día de la proyección.


Ultimamos los detalles económicos, afortunadamente no cobra por la asistencia y presentación de su película, sólo solicita la cobertura de los gastos de alojamiento, viaje y manutención para él y su acompañante. Llega el día y según la secuencia prevista, voy en un taxi al aeropuerto a buscar al invitado y lo veo llegar con vaqueros y una camiseta con un puñal clavado en un billete de 500 € en la que se lee  ”Muerte al sistema”, una camisa vaquera abierta, zapatillas deportivas y una especie de bolso en bandolera.

Me dirijo hacia él y me presento:


– Hola soy Nadia, encantada de tenerle con nosotros. Gracias por aceptar nuestra invitación. Tengo un taxi esperando y dentro de una hora está prevista la presentación y el pase de su película.



–Vamos, pero antes tengo que recoger a mi novia, ha llegado desde Barcelona y me espera  en la torre que sube y baja. Será un minuto.– me responde el famoso presentador.


Muestro mi preocupación por lo apurados que vamos de tiempo y le sugiero que su novia tome un taxi y se vaya para la sala de cine pero él insiste en que ha quedado en recogerla.


Sin poder convencerlo llegamos con el taxi a la puerta de la torre Nao, un eje vertical por el que se desliza una gran rueda que ejerce de restaurante panorámico.




Le digo al taxista que nos espere y vemos que la torre baja lentamente, una vez a ras de suelo entramos. Apremio a mi invitado para poder llegar a tiempo, pero para mi desesperación él dice que quiere quedarse y ver las vistas desde lo alto.



Intento telefonear a la sala para decir que proyecten a la hora acordada y que el director estará al final de la película para mantener  el  coloquio con el público previsto antes de la proyección pero no tengo cobertura, pido en la barra que por favor me dejen telefonear y cuando consigo que me den un teléfono no contesta nadie al otro lado.


El suelo del restaurante tiembla por el movimiento del desplazamiento vertical y mi invitado junto a su novia, sentados en una mesa ríen y se divierten contemplando el paisaje mientras yo tomo una botella de agua en la barra.

Al fin cuando bajamos de la torre, digo al taxista que tenemos mucha prisa, le doy la dirección y nos ponemos en marcha. Llegamos a la sala con un retraso de veinte minutos y nos encontramos de frente a tres personas  que salen de la sala con un considerable enfado.

Los comentarios son nefastos “que falta de seriedad”, “no vuelvo a pisar esta sala”, “voy a escribir a los periódicos contando lo informales que sois”…

Miro a Wayoming con cara compungida y le veo a él y a su novia riendo a mandíbula batiente y contestando a los comentarios de forma chulesca;  “si, si, di que  te devuelvan el dinero” “ponme una denuncia por llegar tarde” “a pagar entrada, como está mandado, que los artistas también comemos”, “cabrearos con los bancos y las mafias, ¿a qué con esos no os metéis?”.

Doy la señal al técnico para que proyecte la película, por el micro pido disculpas al público de la sala por el retraso y anuncio el coloquio después de la proyección.

Con todo este follón mi jefe viene con un enfado mayúsculo y después de estrechar la mano al director y a su novia, se dirige a mí y me dice echando humo que estoy despedida.


Me brotan lágrimas de impotencia y rabia. No sé qué tendría que haber hecho ante un tipo tan anárquico.  Me he jodido yo misma al elegir a una persona que le gusta incumplir reglas, protocolos y horarios…


Wayoming me dice que tengo que estarle agradecida, me he librado de un jefe cabrón y que a las nueve quedamos para cenar en el hotel.

–Querida no te preocupes, mi novio no tiene remedio... Me consuela lsa





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