lunes, 20 de abril de 2020

Amanezco

Nelson Mandela: un legado real de justicia y libertad

Suena el despertador como cada mañana y salgo de la cama somnolienta y dando tumbos, me dirijo al baño y mientras me dispongo a despójame del  pijama de franela me miro en el espejo y lanzo un angustioso grito.

Estoy confusa, mi aspecto me recuerda a alguien que conozco pero no atino a saber quién. Me exploro y veo mi cabeza rizada y canosa, las arrugas surcan mi cara y al mirarme el cuerpo descubro muchas cicatrices y una piel marchita por los años.

¿Qué me pasa?- me pregunto-  voy al salón y encuentro libros apilados, periódicos en varios idiomas y un sinfín de cosas extrañas que no sé para qué sirven. No reconozco ni el salón ni las demás estancias de la casa. Abro la puerta y salgo a un gran porche con butacas de madera y delante un pequeño jardín. Estoy perdida y desorientada, queriendo despertar de una pesadilla que me vuelva a una realidad conocida.

Vuelvo dentro y encuentro la cocina – me haré un té, a ver si me despejo- me digo y en ese momento descubro un ordenador sobre la encimera y no dudo en lanzarme sobre él como si la máquina tuviera todas las respuestas que busco.
Tecleo un buscador e introduzco las seis letras de un periódico que recordaba haber leído durante mucho tiempo, aparece de la pantalla una fecha increíble 12 de mayo de 2063 y en ese momento salen de la pantalla proyectados un conjunto de círculos que me rodean y me dejan dentro de una gran esfera desde la que sólo dirigiendo mi retina hacia una imagen salen de un pequeño cubo, se expanden y me rodean, dejándome como un extra en la escena de una película, sólo que son noticias reproducidas virtualmente.
Después de asimilar varias noticias contemplando las escenas desde dentro, dirijo la vista hacia un cubo virtual que llama mi atención donde se ve en miniatura lo que parece ser una explosión y en ese momento la escena cobra vida y me veo entre  un gran número de personas apabulladas que ven pequeñas explosiones sobre sus cabezas.

Me acerco a un chico que habla solo, después descubro que está grabando con  una pequeña cámara que lleva prendida en el hombro a modo de pin; deduzco que es un reportero o un periodista que está comentando el suceso.
Atiendo a lo que dice y quedo estupefacta; la NASA y las industrias armamentísticas junto a laboratorios de genética estaban trabajando en un experimento parecido a “Un mundo feliz”, basado en buscar un comportamiento humano sumiso y dirigido mediante el engaño del cerebro, que vería sólo aquello que los que habían pagado el experimento quisieran que viera y aceptara con agrado todo cuanto le fuera impuesto.

Miembros en la clandestinidad de un movimiento de resistencia habían entrado en los laboratorios saboteando el experimento poniendo una bomba en los depósitos de algo que me recordaba al “soma”, la explosión fue liberando otros gases y sustancias destinadas a otros fines, entre ellas las destinadas a clonar, alterar los átomos e intercambiar la electricidad cerebral entre cuerpos humanos…
Cerré el ordenador y volví a dirigirme al baño para contemplarme nuevamente en el espejo, ahora sabía de quien era mi aspecto, no sabía si reír o llorar pues habían pasado 50 años desde la última fecha que recordaba y ahora no tenía la menor idea de por dónde debía comenzar a tirar del hilo para reconstruir ese periodo no vivido o no recordado.

Después de llorar, patear y maldecir pensé que no todo estaba perdido y que mi nuevo aspecto podría  ayudarme a buscar información sobre lo sucedido y encontrar a mi familia aunque dudaba de si los reconocería dada la catástrofe ocurrida pues todos estaríamos irreconocibles.
Lo intentaría aunque no sabía la reacción cuando me presentara ante ellos metida en el cuerpo de Nelson Mandela.

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